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Dos se accidentan en motores y uno se come al otro esperando a la policía

viernes, 29 de junio de 2012



Autopista 15 de noviembre- Dos personas que hacían competencia en motocicletas, colisionaron a alta velocidad en la autopista 15 de noviembre de esta ciudad de Santo Domingo. Milagrosamente, ninguno de los dos individuos resultó herido, a pesar de que tampoco ninguno de los dos llevaba casco protector ni una postalita de la imagen de la Virgen de la Altagracia pegada en el tanque de gasolina. Hasta aquí todo normal, si no tomamos en cuenta de que uno de los motoristas devoró al segundo mientras esperaban a la policía.

        Un tal Alambreta se deslizó por el contén al colisionar su motor con el de un tipo conocido solo por el sobrenombre de Calín, el cual terminó encima de un arbusto de la isleta central de la autopista. Este último conducía acostado boca arriba sobre el motor, guiando con los pies, hablando por teléfono celular y ocupándose de anotar una dirección en una libreta que el viento hacía difícil mantener abierta, mientras se arremangaba la camisa con la mano que le sobraba. Los dos accidentados se sentaron a esperar a la policía de tránsito. “Yo tenía un hambre del Diablo. Hacía sol. La policía no llegaba”. Fueron los alegatos de la Alambreta, abatido por el arrepentimiento y los gases después de haber ingerido, palmo a palmo, el cuerpo de uno de sus amigos de competencia los domingos por la tarde. “Cuando teníamos una hora esperando a los agentes de AMET, tuvimos que decidir. Por eso tiramos una moneda al aire, pero antes de que cayera al suelo, le di una trompá a Calín que rodó por el suelo como un perro. Lo único que me ha molestado de todo esto es la carne que se me ha quedado entre los dientes. No lo soporto”. Dijo la Alambreta entre sollozos, quizá empezando a tener conciencia de su gastronómico crimen. “Espero que todo esto quede en la carretera y no me persiga para el resto de mi vida”. Fueron las declaraciones finales del antropófago por necesidad, mientras era subido en un motor de agentes de la AMET, quienes iban sin casco protector, sin licencia de conducir, y sin luces ni matrículas de sus motores, dispuestos a aplicar con mano dura la ley de tránsito a los usuarios de la autopista 15 de noviembre de esta ciudad.  

Un empleado de una famosa funeraria de la Capital persigue con una bacinilla al que ahora no tiene hambre, en espera de que luego de la digestión el arrepentido tragón se manifieste para poder dar a Calín cristiana sepultura. “Esto puede durar horas”, comentó afligido el macilento enviado de los enterradores. “Al final siempre le ocurre algo a quienes, como a mí, les falta poco para el retiro”.

Yasir Mateo Candelier

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