Autopista 15 de noviembre- Dos
personas que hacían competencia en motocicletas, colisionaron a alta velocidad
en la autopista 15 de noviembre de esta ciudad de Santo Domingo.
Milagrosamente, ninguno de los dos individuos resultó herido, a pesar de que
tampoco ninguno de los dos llevaba casco protector ni una postalita de la
imagen de la Virgen de la Altagracia pegada en el tanque de gasolina. Hasta
aquí todo normal, si no tomamos en cuenta de que uno de los motoristas devoró
al segundo mientras esperaban a la policía.
Un tal Alambreta se deslizó por el contén al colisionar su motor con el de
un tipo conocido solo por el sobrenombre de Calín,
el cual terminó encima de un arbusto de la isleta central de la autopista.
Este último conducía acostado boca arriba sobre el motor, guiando con los pies,
hablando por teléfono celular y ocupándose de anotar una dirección en una
libreta que el viento hacía difícil mantener abierta, mientras se arremangaba
la camisa con la mano que le sobraba. Los dos accidentados se sentaron a
esperar a la policía de tránsito. “Yo tenía un hambre del Diablo. Hacía sol. La
policía no llegaba”. Fueron los alegatos de la Alambreta, abatido por el arrepentimiento y los gases después de
haber ingerido, palmo a palmo, el cuerpo de uno de sus amigos de competencia
los domingos por la tarde. “Cuando teníamos una hora esperando a los agentes de
AMET, tuvimos que decidir. Por eso tiramos una moneda al aire, pero antes de
que cayera al suelo, le di una trompá
a Calín que rodó por el suelo como un
perro. Lo único que me ha molestado de todo esto es la carne que se me ha
quedado entre los dientes. No lo soporto”. Dijo la Alambreta entre sollozos, quizá empezando a tener conciencia de su
gastronómico crimen. “Espero que todo esto quede en la carretera y no me
persiga para el resto de mi vida”. Fueron las declaraciones finales del
antropófago por necesidad, mientras era subido en un motor de agentes de la
AMET, quienes iban sin casco protector, sin licencia de conducir, y sin luces
ni matrículas de sus motores, dispuestos a aplicar con mano dura la ley de
tránsito a los usuarios de la autopista 15 de noviembre de esta ciudad.
Un
empleado de una famosa funeraria de la Capital persigue con una bacinilla al
que ahora no tiene hambre, en espera de que luego de la digestión el arrepentido
tragón se manifieste para poder dar a Calín
cristiana sepultura. “Esto puede durar horas”, comentó afligido el macilento
enviado de los enterradores. “Al final siempre le ocurre algo a quienes, como a
mí, les falta poco para el retiro”.
Yasir
Mateo Candelier
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